Sentarnos a hablar de performance nos abre inevitablemente dos ruteros que logran conjugarse en las sensaciones: un señor silencio y un amplio debate sobre el significado de arte (y sus limites) y de la explotación de elementos que nos disparan emociones y sensaciones a través de la expresión corporal. Pues, desde sus comienzos la “performance” no ha dejado de ser considerada como un arte transgresor y polémico donde bien se tiene puesto el ojo en la estética en estos actos considerados muchas veces como únicos.
En escenarios como éstos, donde el “señor silencio” a menudo se extrapola de la ignorancia (o desconocimiento), es cuando se agradece el empuje, dedicación y propuesta de jóvenes artistas locales independientes que en este último tiempo han logrado posicionar el arte de performance en los medios locales, en nuestras plazas, veredas, parques y consciente colectivo, poniendo a prueba los limites éticos, morales y corporales, y al mismo tiempo, reutilizando y revalorando nuestros espacios públicos.
Concepción, de esta forma, se ha ido posesionando como escenario de este arte mediante el cual a menudo se nos hace un llamado de atención sobre temas latentes que se respiran en la sociedad. Pues, sin ir mas lejos, de un tiempo a esta parte nuestra ciudad se ha convertido en plataforma de actos preformativos, situándola bajo la lupa de la mirada de artistas internacionales.
(De)mostrar la irreverencia y densidad que implica el control y manipulación del cuerpo son algunas de las intenciones de esta camada de artistas que han dado vida a esta rejuvenecida y refrescante escena. No obstante, queda una tarea muy importante por hacer: creación y educación de públicos que sean capaces de respetar, apreciar e interpretar la crítica y/o llamado de la acción misma que estos artistas nos invitan a través de sus intervenciones.
Bien sabemos que la acción de performance conlleva a la “activación”: provocarnos una intención, reacción, sensaciones y replanteamiento de nuestra realidad inmediata.
Modificables y expresivos; obras particulares, propuestas basadas en los sonidos, en la transformación del cuerpo, en los colores, olores, sabores, palabras y lenguaje no verbal. Es un agrado ver cómo un grupo selecto (selecto, porque no todos congenian con esta rama del arte) se atreven a dar mano a la expresión libre y creativa, (a ratos torturantes) pero que tienen un fin propuesto. Nada queda en el saco de “hacer por hacer”, la tarea por nuestra parte es saber leer los mensajes, entender quizás la necesidad de ver cuadros como éstos y todo el atractivo y contorsión emocional que nos entregan.
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